La mayoría de las críticas resultan ser ciertas, sin embargo. | The Onion.
Según un alarmante nuevo estudio publicado el lunes en la American Journal Of Sociology, la gran mayoría de los estadounidenses son criticados por los demás cuando abandonan la habitación. El innovador estudio contradice décadas de investigaciones previas al respecto, incluyendo docenas de encuestas informales en las que los participantes negaban vehementemente hablar hablado de los demás a sus espaldas.
«Nuestros hallazgos supondrán un gran impacto para los millones de estadounidenses que daban por hecho que la gente no hablaba con sorna sobre ellos en cuanto se marchaban», afirmó el Dr. Edward Phillips, un profesor de sociología de la Universidad Estatal de Utah y director del estudio. «Este fenómeno afecta a casi todo el mundo. Si alguna vez temiste que quienes considerabas amigos del alma estaban insultándote y burlándose sin piedad de ti en cuanto te marchabas, tus temores eran ciertos casi al cien por cien.»
«Parece que los únicos inmunes a esto son el 7% de la población tan gris y aburrida como para poder burlarse de él», añadió Phillips.
El equipo usó un innovador modelo observacional de doble ciego para estudiar este comportamiento, que hasta entonces sólo existía en la teoría. Los investigadores reunieron grupos de voluntarios con diversos grados de familiaridad entre sí y observaron con una cámara oculta su comportamiento cuando un miembro del grupo (a menudo una persona perfectamente normal que difícilmente sería calificada de «gilipollas» o «tonto del culo» en su presencia) era reclamado fuera de la sala.
«Si quienes quedaban en la habitación conocían a quien salía, rápidamente lanzaban sofisticados y mordaces ataques sobre su competencia, inteligencia y carácter. En el 63% de los ensayos, uno o más voluntarios expresaba opiniones exageradas —aunque a menudo precisas y muy entretenidas— sobre la persona que se había marchado», dijo Phillips. «Curiosamente, incluso si los voluntarios no conocían de nada al sujeto que salía, aún podían enzarzarse en una larga irrisión sobre el peso, el corte de pelo y las ropas de esa persona, concluyendo que por su aspecto probablemente fuese un gilipollas integral.»
Según Phillips, los resultados más sorprendentes se obtuvieron cuando uno de los voluntarios tenía una relación íntima con el sujeto. Invariablemente en estos casos, la conversación no solo incluía críticas sobre su pobre rendimiento sexual, defectos anatómicos, narcisismo y superficiales citas, sino también el deseo de acostarse con su triunfador hermano mayor.
Los investigadores también observaron diversas formas de comunicación no verbal que a menudo precedía toda discusión sobre el sujeto que salía. Según los datos, el 89% de los voluntarios parecía escuchar atentamente los pasos del sujeto alejándose, el 47% elevaba las cejas y sonreía con suficiencia cuando el sujeto se marchaba, y el 23% musitaba las palabras «pero qué mierda» («what the fuck») a los demás cuando la puerta se cerraba, lo que solía despertar risitas sofocadas.
«Quizá lo más excitante fuese el 9% de voluntarios que sacó el dedo en silencio cuando el sujeto dejaba la sala», dijo Phillips. «Predijimos que esto podría ocurrir, pero nunca había sido realmente observado en un entorno controlado, ni había ejemplos conocidos de ocurrencias simultáneas con un corte de mangas, algo que sin embargo logramos registrar tres veces.»
Varios expertos en sociología y biología han sugerido que hay un componente evolutivo en el incontrolable impulso de hablar sobre un individuo en cuanto éste se aleja. Phillips dijo que las funciones cognitivas inferiores responsables del reflejo patelar pueden haber jugado antiguamente un papel en la supervivencia. «Este fenómeno parece ser primario y casi totalmente reflejo en la mayoría de los casos», dijo Phillips tras detenerse cautamente unos segundos. «La mayoría de la gente no parece advertir que lo están haciendo en absoluto. Por ejemplo, mi colega el Dr. [Louis] Killian, que acaba de salir del despacho, es justo el tipo de lerdo soplapollas que adoptaría ese comportamiento sin darse la jodida cuenta.»
«Qué capullo», añadió Phillips.
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