23 de abril de 2008

La llegada de la antorcha olímpica a Australia rememora una vieja broma

En 1956 un falso relevista engañó al alcalde de Sídney, entregándole una antorcha falsa. | Yahoo! News.

La llegada del problemático relevo de la antorcha olímpica a Australia la próxima semana recordará el montaje de 1956 en el que un corredor bromista engañó a multitudes con una antorcha de fabricación casera coronada con calzoncillos en llamas.

Barry Larkin, por entonces un estudiante universitario, portó la pata de una silla de madera coronada con un brillante envase metálico de pudin que contenía los restos de los calzones hasta los mismo peldaños del Ayuntamiento de Sídney, donde la entregó al alcalde Pat Hills. Éste, sin advertir nada raro ya que miles de personas jaleaban al corredor, aceptó la antorcha y pronunció la primera parte del discurso que había preparado antes de darse cuenta de la broma.

Larkin, actualmente un veterinario septuagenario, dijo que la primera reacción al engaño fue áspera, pero que a medida que se acercaban los Juegos de Melborune la gente empezó a verlo con el humor de la situación. «El primer par de días alguna gente estuvo desagradable, pero entonces la gente recapacitó y pensó: “En realidad no hubo nada malo”», dijo.

Larkin rehusó hacer comentarios sobre la controversia que rodea los relevos a Pekín este año, incluyendo la violentas protestas por el trato chino al Tíbet, diciendo que todo eso es político. Pero en un artículo publicado en Inglaterra en 2004 explicó que la idea del engaño surgió después de que un grupo de amigos y él sintiesen que «el asunto de la antorcha olímpica se estaba sacando que quicio. Se estaba tratando a los relevistas como si fuesen dioses, cuando de hecho fue un invento de los nazis para los Juegos de Berlín de 1936», declaró a The Independent.

El grupo de amigos de Larkin, que llevaba una falsa escolta en motocicletas, tomaron la antorcha y la encendieron entre la gente, de forma que inicialmente todo el mundo vio que era una broma. Pero después de empezar a correr la ruta prevista la gente empezó a rodearle y terminó encontrándose con una escolta policial auténtica.

«Si la gente quiere escribir una historia, no tengo problema», dijo. «Siempre he admitido que fui yo.» Pero, tras recibir llamadas de periodistas de todo el mundo, se muestra reacio a hacer más declaraciones. «Han pasado 52 años, y la carrera terminó», sentencia.

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